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Estos peces mexicanos hacen la ola. Te contamos por qué

En los estanques sulfurosos del estado de Tabasco, México, vive un minúsculo y resbaladizo pez plateado, el topote de Teapa, (Poecilia sulphuraria). Lanza un guijarro y puede que veas a un montón de ellos danzar: la superficie del agua ebulle en olas pálidas y palpitantes y se esparce por el azul espeluznante como hace la leche a través del café. Cada pocos segundos, miles de peces repetirán un movimiento veloz para generar la ola, a veces hasta durante dos minutos.

¿Por qué?, se preguntaron los biólogos. ¿Qué propósito podría tener esta intermitencia?

Los peces son presa de una variedad de predadores alados, entre ellos garcetas, martines pescadores y bienteveos. Cuando los pájaros se lanzan al ataque, los peces se arremolinan y se hacen ver. Científicos en Alemania, que no podían visitar a los peces debido a la pandemia de coronavirus, analizaron horas de videos de ataques aviares registrados a lo largo de dos años, tanto reales como simulados por un investigador, y creen haber descifrado la misiva que transmiten los peces.

Parece estar destinada a los depredadores posados en la costa, reportaron el miércoles en la revista Current Biology. El mensaje dice: Te vemos. Estamos vigilando. No intentes nada raro.

No todos los ataques de aves incitan este singular movimiento, dijo David Bierbach, biólogo en el Instituto Leibniz de Ecología de Agua Dulce y Pesca Interior y autor del nuevo estudio. Los alcedines —aves también conocidas con el nombre de martín pescador— por ejemplo, se lanzan al agua y casi siempre provocan este movimiento de los topotes. Pero los bienteveos son sutiles, solo zambullen sus picos. Casi nunca desencadenan una respuesta.

Esta observación permitió a los investigadores comprobar su hipótesis de que las intermitencias podrían provocar un cambio en el comportamiento de los depredadores. Colocaron perchas a lo largo de un arroyo de azufre, así como cámaras para filmar a los bienteveos cazadores. Después de que un pájaro pasaba por el agua, un investigador con una resortera desencadenaba el comportamiento de agitación en los peces, imitando algo que los bienteveos veían habitualmente cuando un martín pescador cazaba junto a ellos. Así podían comparar la caza sin perturbaciones y con perturbaciones.

Mientras los peces ondulaban y se agitaban, los bienteveos se sentaban en las perchas cercanas. A lo largo de más de 200 sesiones de caza, los investigadores vieron que las aves esperaban el doble de tiempo antes de iniciar otra pasada que cuando el agua permanecía inalterada. Al volver a atacar, tenían mucho menos éxito en la captura de un pez que cuando las aguas estaban tranquilas.

Sin la interferencia de los investigadores, las aves capturaron peces más de la mitad de las veces. Con la resortera, lo hacían menos de una cuarta parte de las veces. Cuando los investigadores observaron a los martines pescadores, vieron que cuantas más veces los peces generaban la intermitencia, más tiempo esperaban las aves, como si también estuvieran esperando que acabase.

Esa respuesta sugiere que no solo el comportamiento de intermitencia hace más difícil que el depredador se fije en un pez, sino que las aves también saben que es más probable que sus esfuerzos sean inútiles una vez que comienzan las olas.

Se trata de una observación fascinante, porque si los peces solo trataran de escapar de los depredadores, podrían sumergirse más profundamente y permanecer más tiempo en el fondo. Aunque el entorno de bajo oxígeno de un baño de azufre significa que no pueden permanecer debajo indefinidamente, los peces son perfectamente capaces de prolongar el tiempo que pasan sumergidos, dijo Bierbach.

“Pueden quedarse hasta dos o tres minutos bajo el agua”, dijo. “Pero no lo hacen. Vuelven rápidamente a la superficie y repiten su inmersión, de forma muy sincronizada, muy rítmica”.

El comportamiento sincronizado, como el de los enjambres de luciérnagas que parpadean al unísono o el de las bandadas de pájaros que se mueven juntos en un patrón cuidadosamente espaciado por el cielo, ha fascinado durante mucho tiempo a los científicos y a cualquiera que tenga la suerte de verlo. No obstante hasta ahora ha sido difícil determinar con exactitud qué beneficio obtienen las criaturas y por qué podría haber evolucionado así.

Los topotes de Teapa parecen ser uno de los raros casos en los que se pueden descifrar los beneficios de un comportamiento sincronizado.

Los pájaros aprenden a “evitar estos cardúmenes que se agitan después, porque la posibilidad de conseguir un pez es menor si hay olas en ese momento; y a los peces no se los comen, lo cual es una situación en la que todos ganan”, dijo Bierbach. “Así es como logra evolucionar una señal: si ambas partes, el emisor y el receptor, obtienen un beneficio de ella”.

Queda mucho por aprender en las piscinas de azufre de Tabasco.

“Por el momento solo miramos lo que sucede desde arriba”, dijo Bierbach. “Y ahora queremos ir por debajo de la superficie del agua, con cámaras submarinas”.

Los investigadores esperan descubrir cómo los primeros peces que se sumergen son capaces de dar señales a los demás, y si sus inmersiones varían en función del tipo de incidente.

“Tenemos que ir bajo el agua para ver eso”, dijo.


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