Japón quiere turistas. Pero no tantos
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En dos ocasiones recientes, turistas extranjeros entraron en la peluquería de Shoji Matsumoto, atravesando una puerta principal que rechina ruidosamente cuando se abre más allá de la mitad. Uno era italiano, el otro británico. Matsumoto, quien tiene 75 años y no habla ninguno de los dos idiomas, no sabía qué decirles, así que tomó las tijeras y comenzó a cortar, con la esperanza de que sus décadas de experiencia le ayudaran a superar esos forzados encuentros.
Los turistas, impulsados en parte por la debilidad del yen, que hace que el dinero rinda más en Japón, han estado acudiendo en masa a este país desde 2022, cuando las restricciones de entrada relacionadas con la covid se suavizaron. Algunos funcionarios, entre ellos el primer ministro Fumio Kishida, han expresado su preocupación por el turismo excesivo. En marzo hubo más de tres millones de llegadas internacionales, un récord mensual, y un aumento de más del 10 por ciento en comparación con marzo de 2019.
Casi dos terceras partes de los visitantes internacionales proceden de Corea del Sur, Taiwán y China. El año pasado, el gasto de los turistas extranjeros representó alrededor del 9 por ciento del producto interno bruto de Japón.
Los lugares más populares de ciudades como Kioto, la antigua capital real de Japón, parecen estar cada vez más fuera de control. Los visitantes se desbordan hacia lugares que antes no solían ser considerados como turísticos, como las pequeñas ciudades cercanas al monte Fuji o el distrito comercial de Kioto en el que Matsumoto corta el pelo.