Por qué algunos colombianos llaman a sus madres ‘sumercé’
Cuando Altair Jaspe se mudó de Venezuela a Bogotá, la capital colombiana, le sorprendió la manera en que se dirigían a ella al entrar en cualquier tienda, cafetería o consulta médica.
Aunque ambos lugares formaron parte del Imperio español, la ciudad colombiana parecía más en sintonía con su pasado imperial. Jaspe ya no era una “señora”, como la habrían llamado en Caracas o quizá, en su juventud, “muchacha” o “chama”.
En cambio, le otorgaban un tratamiento honorífico que parecía más propio de una mujer con capa y corona: “su merced”.
¿Sumercé le gustaría un café?
¿Sumercé va a tomar la cita de las 3:00 p. m.?
Permiso, sumercé, le decía la gente con la que se cruzaba en una puerta o en un ascensor.
“Me llevó a la época colonial, automático”, dijo Jaspe, de 63 años, directora de logística jubilada, expresando su incomodidad inicial con la frase. “A la carreta, los caballos”, continuó, “a lo mejor un poco a la esclavitud”.
“Pero después de vivirlo”, continuó, “entendí”.