Biden y López Obrador construyen una relación luego de un tropezón inicial
CIUDAD DE MÉXICO — Hace apenas dos años, el líder de México no reconocía la victoria electoral del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Pero el lunes, los dos hombres aparecieron uno junto al otro en el palacio de gobierno de México, en un abrazo colectivo con sus esposas.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, más tarde describiría a su contraparte estadounidense como un “gobernante humanista y visionario” y dijo que “no habría otro dirigente” capaz de unificar al hemisferio occidental.
Fue un cambio notable en una relación clave que empezó con incomodidad pero que ha virado en parte debido a que Biden invirtió fuertemente en la diplomacia personal con el jefe de Estado mexicano, y López Obrador entendió lo beneficioso que es estar en buenos términos con Estados Unidos.
De ambos lados de la frontera hay desafíos significativos y urgentes y ambos países no siempre están alineados en cuanto a la forma de contener un movimiento extraordinario de personas en el continente americano, detener el comercio en aumento de fentanilo o combatir el cambio climático.
La reunión entre Biden, López Obrador y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, conocida como la Cumbre de Líderes de América del Norte, concluyó el martes sin arrojar demasiado en materia de nuevas políticas para abordar dichos asuntos. Y no está claro si los gestos amistosos que se exhibieron en la cumbre se traducirán en una cooperación más duradera en temas contenciosos.
En una conferencia de prensa el martes por la noche, López Obrador enfatizó la importancia de dejar atrás el “intervencionismo hegemónico” y dijo que los tres países deben tratarse “como buenos vecinos, como aliados económicos y amigos”.
La energía sigue siendo un escollo, pues Estados Unidos y Canadá han acusado a México de violar un acuerdo de libre comercio con sus políticas de impulso a la estatal eléctrica por encima de las compañías internacionales.
Pero la reunión envió un mensaje claro: años después de que el expresidente Donald Trump descuidara —en el mejor de los casos, y en el peor, maltratara— las alianzas en Norteamérica, Estados Unidos ha vuelto a estar en términos amistosos con algunos de sus aliados más cercanos.
“Este viaje es una buena oportunidad para que el presidente Biden profundice su interacción personal con el presidente López Obrador y el primer ministro Trudeau”, dijo a la prensa Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, quien añadió: “Esa es una dimensión importante de esto”.
Una parte crucial de la cumbre, dijo Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores de México, era profundizar las “relaciones personales” entre los líderes.
Altos funcionarios de la gestión de Biden han reconocido que la relación entre ambos líderes era clave para conseguir una colaboración más profunda por parte del gobierno de México a fin de detener los flujos de personas que llegan hasta la frontera de Estados Unidos.
“Estoy agradecido de tenerlos a ustedes dos como socios —y, puedo añadir, amigos— mientras trabajamos juntos para llevar a cabo una visión compartida para Norteamérica”, dijo Biden a sus homólogos canadiense y mexicano en la conferencia de prensa del martes.
Biden ha estado enfocado en construir lazos personales con el líder mexicano, dijo un alto funcionario del Departamento de Estado que no tenía autorización para dar declaraciones en público. El funcionario indicó que el presidente de EE. UU eligió México como primer destino en sus viajes al hemisferio occidental y que los dos líderes hablan regularmente por teléfono.
Los intercambios amistosos representan un cambio notable en comparación con el modo en el que empezó la relación.
López Obrador estuvo entre los últimos líderes mundiales en felicitar a Biden por su victoria electoral en 2020 y esperó “hasta que se resuelvan todos los asuntos legales”.
La primera vez que ambos mandatarios hablaron por teléfono tras las elecciones, López Obrador se esmeró en destacar la “muy buena relación” que su país había establecido con Trump.
“La relación entre AMLO y Biden empezó con el pie izquierdo”, dijo Martha Bárcena, a quien López Obrador nombró como embajadora ante Estados Unidos de 2018 a 2020.
Si bien Trump había llamado “violadores” a algunos mexicanos y amenazado con una guerra comercial al socio económico más cercano de Estados Unidos, al menos se adhirió a un principio que el líder mexicano apreciaba: en buena medida se quedó al margen de los asuntos del país.
Trump intimidó de manera efectiva a México para que aceptara una gran cantidad de migrantes expulsados de Estados Unidos, pero a su vez, dejó que López Obrador persiguiera una agenda interna ambiciosa sin decir mucho sobre el efecto a veces dañino que esta tenía en los intereses estadounidenses.
López Obrador temía que un enfoque de poco involucramiento cambiara con Biden, en parte porque el líder mexicano percibía a los demócratas como más interesados en imponer sus valores en los países latinoamericanos, según dijeron funcionarios y exfuncionarios de ambos países.
Previo a la última reunión entre los tres líderes norteamericanos en noviembre de 2021, López Obrador atacó al gobierno de Biden por financiar grupos que describió como “publicaciones opositoras” y calificó de “vil” el histórico embargo de Estados Unidos a Cuba.
Luego, en junio, desdeñó a Biden al rehusarse a acudir a una reunión de líderes de América organizada por su gestión en Los Ángeles porque Cuba, Venezuela y Nicaragua no habían sido invitados.
Pero en los últimos meses, la postura de López Obrador pareció suavizarse. El líder mexicano, en sus conferencias de prensa matutinas, ha hablado de Biden en términos elogiosos, tildándolo de “sensible” y “respetuoso”.
¿Qué cambió? Los analistas señalan el decepcionante desempeño de los republicanos en las elecciones de medio mandato en EE. UU. y la recuperación de Biden en las encuestas de opinión pública, una señal de que el presidente de Estados Unidos podría ser políticamente más fuerte de lo que esperaban muchos en México.
Para el líder mexicano, no obstante, las elecciones en su propio país son más apremiantes. Este año empezarán las campañas a la contienda presidencial de 2024 en México, en las cuales López Obrador no se puede postular. Pero se espera que tenga una influencia significativa en quién lo sucederá al interior de su partido, Morena, y que luche para afianzar su legado durante otro sexenio.
El presidente mexicano entiende que el gobierno de Estados Unidos, que tiene una enorme influencia económica y política en México, podría dificultar la implementación de los cambios radicales que prometió al país después de obtener una victoria abrumadora en 2018.
Para López Obrador, ahora es más valioso que nunca eliminar cualquier asomo de antagonismo entre los dos gobiernos.
“No quiere que el gobierno de EE. UU. muestre apoyo a la oposición, que critica abiertamente sus políticas”, dijo Bárcena. “Es más inteligente estar en mejores términos con el gobierno de EE. UU. que como estaba al principio”.
Biden también ha realizado un esfuerzo coordinado para cautivar a López Obrador. Seis semanas después de que Biden asumió el cargo, él y el presidente mexicano realizaron su primera reunión virtual, en la que el mandatario estadounidense llenó de halagos a su contraparte, diciéndole que “lo que usted hace en México” repercute a todo el hemisferio.
El verano pasado, luego de que López Obrador se rehusó a asistir a la cumbre regional organizada por su gobierno, Biden hizo aspavientos al invitar a su contraparte a la Casa Blanca.
En dicha reunión, López Obrador le dijo a Biden que “le tenemos confianza porque respeta nuestra soberanía”.
Blanca Heredia, analista política en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, dijo que los dos líderes eran “como una pareja que al principio no se acopla a bailar, pero luego se están empezando a acoplar”.
“No es solo que sea mejor que ellos no peleen”, añadió, “es que son mutuamente indispensables el uno para el otro”.
Esta semana, Biden hizo otro gesto modesto pero importante: evitó el principal aeropuerto de Ciudad de México y voló al aeropuerto más pequeño que la gestión del líder mexicano construyó recientemente.
A pesar de que ha sido criticado como un proyecto de despilfarro favorito del presidente, López Obrador considera al nuevo aeropuerto como muestra de su éxito en la transformación del país y solicitó que Biden aterrizara ahí.
El domingo, luego de descender del Air Force One, Biden fue un paso más allá en la demostración: invitó a su contraparte mexicano a viajar con él en su limusina camino a la capital, un trayecto extraordinariamente prolongado debido a la ubicación del aeropuerto.
Para Biden, aterrizar a una hora de la capital fue un pequeño costo con tal de apaciguar a un líder cuya cooperación —en migración, energía y comercio— es más importante que nunca.
“Para AMLO esta es una victoria, que se vea que el presidente de EE. UU. lo respeta por su visión de política, por su liderazgo”, dijo Shannon O’Neil, experta en México en el Consejo de Relaciones Exteriores. “La apuesta de Estados Unidos es, le damos las apariencias y entonces él estará más dispuesto a darnos la sustancia”.
El trayecto del aeropuerto, dijo Sullivan, le dio a los líderes “la oportunidad de sencillamente tener una charla uno a uno” sobre “cómo ven el mundo ahora, qué están pensando. Creo que ambos se beneficiaron mucho de ello”.
López Obrador se jactó de que el mismo presidente estadounidense “me ponía los botones”, en referencia a los controles del vehículo. “Es una muy buena persona”.
Natalie Kitroeff es la jefa de la corresponsalía del Times para México, Centroamérica y el Caribe. @Nataliekitro
Michael D. Shear es un corresponsal experimentado de la Casa Blanca y dos veces ganador del Premio Pulitzer que fue miembro del equipo que ganó la Medalla de Servicio Público por la cobertura de la covid en 2020. Es coautor de Border Wars: Inside Trump’s Assault on Inmigración. @shearm