Ecuador rumbo a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Las propuestas de Noboa y González
Durante generaciones, la familia Noboa ha ayudado a forjar a Ecuador: controla un vasto imperio económico que incluye fertilizantes, plástico, cartón, la mayor instalación de almacenamiento de contenedores del país y, lo más conocido, un gigantesco negocio de banano con una de las marcas de fruta más reconocidas del mundo: Bonita.
Sin embargo, se les ha escapado un cargo: la presidencia. En cinco ocasiones, el jefe del conglomerado familiar, Álvaro Noboa, ha sido candidato a la presidencia y ha perdido, una vez por dos puntos porcentuales.
El domingo, los Noboa podrían al fin llegar a la presidencia. El hijo de Álvaro Noboa, Daniel Noboa, graduado de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de 35 años que ha usado el mismo jingle de campaña que su padre, es el principal candidato en la segunda vuelta electoral. Su oponente es Luisa González, la candidata elegida personalmente por el expresidente Rafael Correa, que venció al padre de Noboa en 2006.
El legado de la empresa bananera —y su vínculo con Daniel Noboa— es solo uno de los aspectos de unas elecciones que se centran en cuestiones de empleo y seguridad en este país de 17 millones de habitantes en la costa occidental de Sudamérica, conmocionado por el extraordinario poder que el narcotráfico ha adquirido en los últimos cinco años.
Grupos criminales internacionales que trabajan con pandillas locales han desatado una oleada de violencia sin precedentes que ha hecho que decenas de miles de ecuatorianos se encaminen a la frontera entre Estados Unidos y México, parte de una afluencia de migración que ha desbordado al gobierno de Joe Biden.
Noboa surgió inesperadamente desde los últimos lugares de las encuestas para posicionarse en el segundo puesto en la primera ronda presidencial de agosto. Los expertos dicen que le favoreció una celebrada actuación en el debate, así como el vuelco que tomó la contienda cuando otro candidato, Fernando Villavicencio, fue asesinado sorpresivamente días antes de las votaciones.
Noboa ha activado a una base de votantes inconformes con la promesa del cambio.
“Ha sido capaz de decir: ‘Yo soy la renovación, yo la represento en Ecuador’”, dijo Caroline Ávila, una analista política ecuatoriana. Ese es el mensaje que “la gente le está comprando”, agregó.
Las elecciones del domingo enfrentan a Noboa, un empresario de centroderecha, con González, de 45 años, candidata del establishment de izquierda, en un momento en que el país, otrora una isla relativamente pacífica en una región violenta, está sumido en una profunda inquietud.
La oponente de Noboa, Luisa González, es la candidata elegida por el expresidente Rafael Correa.Credit…Karen Toro/Reuters
Noboa, quien rechazó varios pedidos de entrevista, ha tenido la delantera de forma consistente en varias encuestas desde agosto, aunque en los últimos días la brecha entre ambos candidatos se ha cerrado.
Se ha posicionado como “el presidente del empleo”, en su página web incluso ha incluido un formulario de búsqueda de empleo, y prometido atraer el comercio y la inversión extranjeros y recortar los impuestos.
González, su oponente, ha prometido hacer uso de las reservas del banco central para estimular la economía y aumentar la financiación del sistema público de salud y las universidades públicas.
En materia de seguridad, ambos candidatos han mencionado que brindarán más fondos a la policía y emplearán al ejército para resguardar los puertos, que se usan para el narcotráfico, y las prisiones, que están bajo el control de pandillas violentas.
La cercanía de González con Correa ha ayudado a elevar su perfil político, pero también le ha perjudicado entre algunos votantes.
Logró el primer lugar en la primera vuelta de las elecciones impulsada por una amplia base de votantes que añoran las bajas tasas de homicidios y un auge de los precios de las materias primas que logró sacar a millones de personas de la pobreza en el gobierno de Correa. El eslogan de campaña de González en la primera vuelta fue: “Ya lo hicimos y lo volveremos a hacer”.
Pero ampliar ese apoyo es un desafío. El estilo autoritario de Correa y las acusaciones de corrupción en su contra dividieron profundamente al país. El expresidente vive exiliado en Bélgica, huyendo de una condena de prisión por violar las disposiciones de financiamiento de campaña. Muchos ecuatorianos temen que una eventual presidencia de González allane el camino para que regrese y vuelva a postularse.
Daniel Noboa forma parte de la tercera generación de una familia que hoy opera un amplio negocio pero con raíces en la agricultura.
La familia Noboa adquirió riqueza y prominencia gracias a Luis Noboa, abuelo de Daniel, quien nació en la pobreza en 1916 pero construyó un imperio en la segunda mitad del siglo XX a base de la exportación de banano y otros productos.
Su muerte, en 1994, desató una encarnizada batalla judicial en tres continentes cuando su esposa e hijos se disputaron el control del negocio. Al final, en 2002, un juez en Londres le adjudicó a Álvaro Noboa una participación del 50 por ciento en el holding familiar.
Álvaro expandió la empresa a nivel internacional y al mismo tiempo emprendió varias peleas judiciales por impuestos atrasados y litigio de pagos con empresas de transporte.
En su carrera política se describió como “mesías” de los pobres y en sus mítines entregaba computadoras y puñados de dólares. Al mismo tiempo refutaba acusaciones de explotación infantil, maltrato laboral y represión sindical en su empresa bananera. (Ha dicho que las acusaciones tenían motivaciones políticas).
Su hijo, Daniel, creció en la ciudad portuaria de Guayaquil, donde fundó una empresa de promoción de eventos a los 18 años. Luego se mudó a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Nueva York. Luego sería director comercial de la Corporación Noboa al tiempo que obtuvo otros tres grados académicos, entre ellos una maestría en administración pública de la Escuela Kennedy de Harvard.
En 2021, Daniel se postuló al Congreso y ganó, al posicionarse como un legislador favorable al empresariado, hasta que en mayo el presidente Guillermo Lasso disolvió la legislatura y llamó a elecciones anticipadas.
Noboa ha promovido una plataforma más de izquierda y se ha pronunciado en contra de la banca y pedido más gasto social.
Mauricio Lizcano, compañero y amigo cercano de Noboa, así como alto funcionario en Colombia, describió al candidato como alguien “que respeta la diversidad y respeta a las mujeres, que cree mucho en lo social”, pero también es “ortodoxo en la economía y en la empresa”.
Sin embargo, Noboa no ha planteado temas sociales en campaña y Verónica Abad, su compañera de fórmula, es una coach de negocios de derecha que se ha pronunciado en contra del aborto, el feminismo y los derechos de la comunidad LGBTQ y también ha expresado apoyo por Donald Trump y Jair Bolsonaro, el expresidente ultraderechista de Brasil.
Abad es “una elección bastante rara para alguien como Noboa, que está intentando ir más allá de esta división izquierda-derecha”, dijo Guillaume Long, analista sénior de política en el Centro de Investigación Económica y Política y quien se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Correa.
A pesar de su pedigrí familiar, Noboa ha intentado diferenciarse al declarar que tiene su propio negocio y que su fortuna personal no asciende a 1 millón de dólares.
Si bien Álvaro se refería con frecuencia a Correa como un “diablo comunista”, su hijo ha evitado atacar directamente al correísmo.
“Por el padre nunca voté, pero este chico tiene un aura diferente, nueva sangre, nueva forma de pensar”, dijo Enrique Insua, un jubilado de 63 años en Guayaquil. “Es carismático”.
Pero, al igual que su padre, Daniel también ha atraído críticas de algunos analistas, que temen que pudiera usar el cargo presidencial para ayudar a las muchas empresas familiares.
“Ya sea en el sector manufacturero, en los servicios o en la agricultura, de una forma u otra todo está bajo su control”, dijo Grace Jaramillo profesora de ciencia política y experta en Ecuador en la Universidad de British Columbia en Canadá.
“No hay tema de política económica que no afectará, para bien o para mal, a alguna de sus empresas”, añadió. “Es un conflicto de interés permanente”.
La economía del país fue muy afectada por la pandemia de coronavirus y solo el 34 por ciento de ecuatorianos tienen un empleo adecuado, según datos gubernamentales.
Además del sector económico, el país se dirige a las urnas en la que tal vez sea la temporada electoral más violenta de la historia del país.
Este año han sido asesinados cinco políticos, además de Villavicencio —quien se expresó abiertamente sobre supuestos vínculos entre el gobierno y el crimen organizado— y la semana pasada siete hombres imputados por el asesinato de Villavicencio fueron hallados muertos en prisión.
Lasso, el presidente saliente, convocó a elecciones anticipadas para evitar un juicio de destitución por acusaciones malversación de fondos y una indignación generalizada de los votantes ante la incapacidad del gobierno por detener la violencia.
Ante un panorama informativo en el que suelen reportarse decapitaciones, coches bomba y asesinatos de policías, tanto Noboa como González han prometido frenar la violencia, aunque ninguno de los dos ha hecho de la seguridad un tema central de campaña.
En un debate presidencial González mencionó el arresto de varios líderes de bandas criminales durante su tiempo en el gobierno de Correa.
“La misma mano dura tendremos con quienes le han declarado la guerra al Estado ecuatoriano”, dijo.
Noboa ha propuesto emplear la tecnología, como drones y sistemas de rastreo satelital, para detener al narcotráfico; sugirió buques prisión como una forma de aislar a los reos más violentos.
Pero los analistas comentan que ambos candidatos han fallado al no priorizar el combate al crimen; la delincuencia ha desestabilizado a Ecuador y lo ha convertido en uno de los países más violentos de América Latina.
“Ni Luisa González ni especialmente Noboa parecen tener un plan de seguridad bien definido ni la enfatizan”, dijo Will Freeman, investigador de Estudios Latinoamericanos en el Consejo de Relaciones Exteriores. “Es como si la política estuviera congelada en una época previa”.
Thalíe Ponce colaboró con reportería desde Guayaquil, Ecuador, y José María León Cabrera, Quito, Ecuador.