En Catar denuncian dobles estándares en las críticas a su país por la Copa del Mundo
Cuando al cantante Rod Stewart se le ofreció más de 1 millón de dólares por presentarse en Catar él lo rechazó.
“No es correcto ir”, declaró Stewart hace poco a The Sunday Times of London, uniéndose a una seguidilla de figuras públicas que declararon boicots o expresaron su condena hacia Catar, la nación del Golfo que organiza la Copa del Mundo.
Previo al torneo, que inició el fin de semana pasado, Catar ha enfrentado cada vez más críticas por su historial de derechos humanos, que incluye la penalización de la homosexualidad por parte de la monarquía autoritaria que gobierna al país y el muy documentado abuso a los trabajadores migrantes.
Sin embargo, Stewart no expresó ninguna desaprobación similar cuando actuó en Dubái en 2010 ni en Abu Dabi en 2017, ciudades de los cercanos Emiratos Árabes Unidos, un país que también tiene una monarquía autoritaria y ha enfrentado acusaciones de violaciones a los derechos humanos pero ha cultivado con más éxito una imagen amigable a Occidente. A través de su compañía de relaciones públicas, Stewart declinó hacer comentarios.
Este tipo de disonancia es una que frustra cada vez más a los cataríes cuando enfrentan los reflectores internacionales que llegan con cada Copa del Mundo. El torneo ha traído una explosión desproporcionada de cobertura negativa, argumentan, y suscitado descripciones de su país y de su gente que sienten anticuadas y estereotipadas y pintan una imagen de Catar que apenas y reconocen.
Los cataríes denuncian los dobles estándares. ¿Por qué, preguntan, los europeos compran gas natural de Catar si el país les parece tan aberrante como para ver un partido de fútbol ahí? ¿Por qué las personalidades internacionales que se han pronunciado contra Catar no hacen lo mismo con los Emiratos Árabes Unidos?
También han dicho que esperan que la primera Copa del Mundo realizada en un país árabe desafíe los estereotipos que hay sobre los cataríes, los árabes y los musulmanes.
Pero a veces parece que el torneo ha hecho lo contrario.
En un discurso el mes pasado, el emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad al Zani, dijo que el oprobio era “una campaña sin precedentes que ningún país anfitrión jamás ha enfrentado”. En declaraciones a un diario alemán, el ministro de Relaciones Exteriores catarí, Mohammed Bin Abdulrahman al Thani, dijo que parte de esas críticas eran racistas y arrogantes.
Los organizadores han dicho que se esperaba que al menos 15.000 periodistas visitaran Catar, un país con tres millones de habitantes, para la Copa del Mundo. La avalancha de reportes ha sido abrumadora para un país que rara vez llega a las noticias internacionales. Esa es en parte la razón por la cual las autoridades cataríes deseaban organizar el torneo. Forma parte de un esfuerzo más amplio de varias décadas impulsado por los gobernantes de Catar para que el país otrora desconocido se convierta en un actor de importancia mundial, una estrategia que ha sido financiada por la inmensa riqueza del gas natural.
Pero la respuesta de los medios no ha sido la que Catar esperaba. Cuando un presentador de televisión le pidió a un reportero francés sus primeras impresiones del país, este respondió: “Hay muchas mezquitas”. En un pie de foto, The Times of London decía: “Los cataríes están poco acostumbrados a ver mujeres con vestimenta occidental en su país”, una frase que luego enmendó. (De hecho, más del 85 por ciento de la población de Catar son residentes extranjeros y es relativamente común ver a mujeres en jeans o vestidos cortos, a diferencia de lo que sucede en la vecina Arabia Saudita).
“Muchos reporteros juntan a todos los países árabes”, dijo Justin Martin, profesor asociado de periodismo en el Instituto de Estudios de Posgrado de Doha, y quien ha pasado 10 años en Catar. “Es una combinación de simple y vil ignorancia y tropos orientalistas”.
Incluso algunos cataríes que aceptan la crítica como una invitación a mejorar expresan consternación ante la cobertura noticiosa, que creen está sustentada por prejuicios basados en el racismo, el orientalismo y la islamofobia.
Un artículo en un tabloide británico lamentaba las leyes “salvajes” de Catar, una referencia que más tarde se cambió a “brutales”. En TalkTV, un canal británico relativamente pequeño, propiedad de Rupert Murdoch, un presentador preguntó a un invitado: “¿Cuánto respeto deberíamos mostrarle a las culturas que, francamente, consideramos una abominación?”, en un segmento sobre el trato de Catar a las personas de la comunidad LGTBQ.
Khalifa al Haroon, que gestiona I Love Qatar, una guía en internet para visitantes, dijo: “Mi mayor preocupación es que debido a todo el racismo o lo que se percibe como artículos motivados por el racismo, eso distrae de los temas clave”. Amar a su país, añadió, significa arreglar sus problemas y cree que la atención a los derechos de los trabajadores ha ayudado a promover un cambio positivo. Pero dijo que le inquietaban las descripciones simplistas que siente están mezcladas con la discriminación.
“¿Cómo podemos enfocarnos en los problemas cuando es el tono, el vocabulario, las palabras que se usan?”, dijo Al Haroon.
Martin, el profesor de periodismo, dijo que cree que parte de la razón por la cual la cobertura ha sido tan despiadada es porque el cambio de fecha del torneo —del verano en el hemisferio norte a noviembre— ha enojado a los aficionados y a los periodistas deportivos al crear disrupciones en la programación futbolística de otros países. También ha habido “animosidad” por la disponibilidad restringida de alcohol en Catar, un país islámico relativamente conservador, observó.
The Times of London y TalkTV no respondieron a pedidos de comentarios.
También han sido dañinas las imágenes estereotipadas, dicen muchos cataríes. La revista británica de fútbol When Saturday Comes creó un afiche del Mundial con imágenes de hombres de narices grandes, dos con vestimenta árabe del Golfo y uno de ellos empujando una carretilla de dinero. El póster fue empleado para ejemplificar las representaciones prejuiciosas en una entrevista del canal de propiedad catarí Al Jazeera con Hassan al Thawadi, líder de la organización de la Copa del Mundo de Catar.
“Tienen una idea estereotípica que durante generaciones y épocas se arraigó en el mundo occidental” dijo Al Thawadi. “En general, el concepto es de gente que no es civilizada y lo único positivo que tienen es el dinero”.
Andy Lyons, editor de When Saturday Comes, descartó que el póster impulsara estereotipos. El caricaturista de la revista “dibuja la mayoría de figuras” con grandes narices y el dinero se supone que representaba los sobornos que investigadores estadounidenses y la misma FIFA han dicho que se pagaron a varios integrantes de la junta directiva de la FIFA al adjudicar el torneo, dijo Lyons por correo electrónico.
Con cada Copa del Mundo hay críticas a los países sede, de distintos grados. Sudáfrica enfrentó las preocupaciones de seguridad antes de la competencia de 2010; Brasil recibió críticas por la corrupción y la delincuencia previo a la edición de 2014 y también a Rusia se le criticó por la represión política, la homofobia y la crueldad policial antes de la copa de 2018.
Pero para los cataríes y otros árabes, gran parte de lo que están viendo es doloroso porque mezcla siglos de representaciones dañinas por parte de norteamericanos y europeos.
No obstante, algunos analistas dicen que los esfuerzos del gobierno de subrayar los prejuicios es una forma de alentar el nacionalismo y distraer la atención de los abusos. La participación política en Catar está muy limitada. Las personas de la comunidad LGBTQ enfrentan intolerancia y persecución potencial por parte de las autoridades. Las mujeres ocupan varias posiciones de liderazgo en Catar pero requieren permiso de un tutor masculino para casarse o, antes de cumplir 25 años, para viajar al extranjero.
Mira al Hussein, socióloga emiratí en la Universidad de Oxford dijo, “creo que es justificado nuestra indignación a los trasfondos racistas y orientalistas que caracterizan a las críticas que últimamente surgen de occidente hacia Catar”.
“Pero no podemos culpar al hecho”, añadió, de que Catar y el resto de los Estados del Golfo constantemente llegan a los titulares por “un historial lamentable de derechos humanos”.
Si bien el gobierno catarí ha mejorado las protecciones para los trabajadores migrantes, los activistas dicen que los cambios no son suficientes. Fueron trabajadores migrantes vulnerables, sobre todo del sur de Asia y de África, los que construyeron la infraestructura que ha hecho posible el Mundial. Enfrentan abusos y explotación al trabajar horas agotadoras por un pago exiguo, aunque los académicos indican que las sociedades del Golfo son solo un lugar en el sistema mundial que crea estas jerarquías.
Una serie de incidentes antes del campeonato tampoco ha ayudado. Los periodistas se irritaron al restringirse las ubicaciones donde se les permitió grabar. Una decisión súbita de prohibir la cerveza en los estadios causó indignación. La FIFA evitó que los capitanes de los equipos llevaran brazaletes de arcoíris en los partidos como parte de una campaña de justicia social.
Cuando el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, atacó a los críticos occidentales de Catar el sábado, arrancó en efecto la narrativa de algunos de esos episodios.
Pero aunque para algunos sus comentarios fueron repulsivos, hallaron eco con muchos en el Medio Oriente, que en particular prestaron atención a uno de ellos: “Creo que antes de dar lecciones morales, los europeos deberíamos estar pidiendo disculpas durante los próximos 3000 años por lo que hemos estado haciendo en el mundo en los últimos 3000 años”.
Youssef Cherif, director del Centro Global de la Universidad de Columbia en Túnez, dijo que Catar y los Emiratos Árabes Unidos cometían violaciones laborales y de derechos humanos comparables. Pero, añadió, “aunque ambas autocracias llegaron a influir en los corazones y las mentes de los árabes, solo una de ellas ganó en los círculos occidentales, y esa es los EAU”, y atribuyó la distinción a que los Emiratos crearon para sí mismos una “marca modernista, amable, orientalista”.
Los organizadores cataríes han intentado usar la Copa del Mundo para presentar a los visitantes su cultura y, de manera más amplia, el islam, a través de traducciones de dichos proféticos que se exhiben por toda la capital, Doha. Las autoridades subrayan que esta es la primera Copa del Mundo en una región llena de fanáticos del fútbol.
“Para 450 millones de árabes esto es algo que jamás creyeron que iban a ver en su vida”, dijo en un comunicado por escrito Ali al Ansari, agregado de prensa de Catar en Estados Unidos.
“El éxito de esta Copa del Mundo no se medirá por la percepción de algunas personas y grupos en una pequeña cantidad de países europeos que lamentablemente son incapaces de ver más allá de su prejuicio”.
Rory Smith colaboró con reportería.
Vivian Nereim es la jefa de la corresponsalía del Golfo. Tiene más de una década de experiencia en la península arábiga y anteriormente fue reportera de Bloomberg News en donde cubría Arabia Saudita. @viviannereim