Un memorable y accidentado viaje por Yucatán con el Tren Maya
Salí al andén de la nueva y reluciente estación de tren de Maxcanú, con muchas ganas de ver la magnífica zona arqueológica maya de Uxmal. Solo tenía que tomar un taxi que me llevara hasta allá, en un viaje de unos 48 kilómetros.
No hay taxis, dijo el encargado de las instalaciones, mientras esperábamos en los pisos de piedra caliza pulida de la estación con techo alto, que estaba fresca y recibía viento a pesar del fuerte sol mañanero. Yo era la tercera persona que, en las últimas dos semanas, se bajaba en Maxcanú con la intención de llegar a Uxmal, dijo.
Estaba a mitad de un viaje de cinco días para explorar el nuevo Tren Maya y varios de sus destinos en la península de Yucatán en México. Diseñado para recorrer 1554 kilómetros alrededor de un circuito de 34 estaciones cuando esté listo, el tren trasladará cómodamente a los pasajeros que deseen visitar ciudades coloniales, zonas arqueológicas, ostentosos centros turísticos y bosques tropicales.
Pero me había quedado perpleja. Tomar un taxi nunca ha sido un problema en México. Sin embargo, los conductores reunidos en la plaza principal de Maxcanú solo ofrecían furgonetas destartaladas que recorren pequeños pueblos en los que podría o no conseguir un taxi que me llevara a Uxmal. La siguiente camioneta salía en 45 minutos.
Durante mucho tiempo, las capas de la historia de Yucatán me han fascinado. En viajes anteriores en carro, trepé templos y palacios mayas desiertos, entré en las frescas naves de enormes iglesias del siglo XVI y visité haciendas restauradas, testamentos de la ostentación —y el sufrimiento— de la economía de plantación del siglo XIX de la península. Viajar en tren, pensé, me permitiría sumergirme más en esa historia.